El algoritmo mató al diseñador

Estamos habituados a leer noticias sobre cómo las máquinas van a revolucionar muchos sectores, principalmente industriales. Se estima que entre 400 y 800 millones de personas serán desplazadas de sus puestos de trabajo hasta el 2030, unas cifras que generan inquietud, sobre todo en las personas que trabajan en puestos susceptibles de ser automatizados, como los operarios de cadenas de montaje. Por suerte, toda esta automatización conlleva la creación de otro tipo de empleos y la llegada de los robots aumentará la productividad y la capacidad de inversión de las empresas, lo que las hará más competitivas, así que no todo es tan malo en este escenario que muchos tildan de apocalíptico.

Pero en este artículo vamos a centrarnos en algo de lo que no se ha hablado mucho hasta ahora: ¿Cómo puede afectar esta automatización a los trabajos más artísticos? y más concretamente ¿Qué nos pasará a los diseñadores cuando Skynet domine al mundo?

A priori, muchos pensaréis que un ordenador nunca va a poder diseñar un cartel, pintar un cuadro o incluso componer una canción. Pero siento deciros que todas esas cosas ya han pasado.

Aiva, compositor de música

Aiva es un compositor de música generada por una IA capaz de componer piezas de distintos géneros musicales.

Pincha en la imagen para ver el vídeo.

La clave está en el Big Data

Recientemente, Google, lanzó Poem Portraits un sitio web que genera poemas a partir de una palabra que el usuario elija. Si os estáis preguntando cómo puede un ordenador crear una poesía, la respuesta está en el Big Data. Una máquina no puede por si sola componer un poema, pero cuando dispone de una base de datos con más de 20 millones de palabras extraídas de poemas del siglo XIX, la cosa cambia. El algoritmo, coteja la palabra sugerida por el usuario con miles de poemas en apenas décimas de segundo y genera una composición con mayor o menor acierto.

Evidentemente, las máquinas todavía están muy lejos de ser competitivas en estos campos, pero la rapidez a la que avanza la tecnología en el campo de la IA unida a la llegada de procesadores cada vez más potentes, hace presagiar que en un tiempo inferior a 5 años podremos ver cosas realmente asombrosas.

Diseño y Big Data... WTF?

Hoy en día, los diseñadores tenemos sitios web de referencia como Behance o Dribbble. Espacios en los que miles de profesionales suben su portfolio con todo lujo de detalles y, además, los categorizan utilizando tags. Por si fuera poco, el resto de usuarios puede valorar esos trabajos, de manera que, sin darnos cuenta, estamos creando gigantescas bases de datos con las preferencias estéticas de millones de personas, segmentadas por edades, geográficamente, categorías... esto es Big Data en su más pura expresión.

Y ahora viene lo bueno: ¿Qué pasaría si un robot rastreara estas páginas e indexara toda su información para que un algoritmo pudiera después componer un diseño? ¿Es eso factible?

A día de hoy, parece poco probable que algo así pueda pasar, pero no sería de extrañar que en un plazo de tiempo más corto del que nos imaginamos ocurra algo parecido.

Tal vez llegue el día en el que una persona sin ningún conocimiento en diseño entre en un sitio web para crear el logotipo de su empresa, ingrese la información relevante de la misma, y el algoritmo coteje esa información con miles de logotipos, fotografías, manuales de marca, paletas de colores, aplicaciones... Generando en cuestión de segundos una nueva marca con su propio manual de estilo incluido. Llegados este punto, tan solo nos quedará emular a Terminator parafraseando su mítica frase: "Sayonara baby".

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A estas alturas todos nos hemos dado cuenta de que la tecnología avanza sorprendentemente rápido, y de la misma forma ocurre con el diseño. Y es que no son pocas las ocasiones en las que tecnología y diseño aparecen estrechamente relacionados. Al fin y al cabo, ambas disciplinas se basan en crear, innovar y reinventar.

La tecnología nos facilita la automatización o el incremento en la eficiencia de ciertos mecanismos o acciones, las cuales tienen un gran impacto sobre el cerebro más racional o neocórtex. El diseño, sin embargo, nos llega de forma mucho más indirecta o subconsciente; una imagen puede transmitirnos un mensaje a través de acciones más visuales que impactan sobre las emociones, en el cerebro límbico o emocional.

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Saber transmitir el valor y el propósito de una empresa, a simple golpe de vista, no es tarea fácil.